Te sientas ahora
bajo el cielo. Presente.
La inmensidad sobre
tu cabeza. Presente.
Cada viento, detenido,
sentado contigo.
Tú te sientas
y contemplas; el cielo se sienta a contemplarte.
Su modo de sentarse
es flotar en el espacio en torno a ti, permanecer suspendido, inmóvil,
concentrando un mayor número de partículas, increíblemente pequeñas, que
permanecen en tu radio de percepción. En la medida en que contemplas esto, se
pueden fijar nuevas estructuras en el cielo de tu inconsciente.
Practicas la
atención en el espacio que te rodea y el entorno se aquieta. Se difumina la
distinción entre dentro y fuera, de modo que el propio cuerpo se funde en la
quietud. Eres el cielo en la tierra en ese momento. Al proyectar la mente hacia
fuera, la tierra que eres se convierte en cielo. Eres el cielo en la tierra.
Impulsada por la intención de tu conciencia, te encuentras con un cielo que ha
esperado durante eones por este momento. Ser el cielo en la tierra.
Extraído de una meditación compartida en el contexto
del Retiro Espiritual Amasfera en Asturias, agosto 2017
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