La realidad que habitamos se parece más al océano que
al continente. Elevar la vibración en la que estamos revela una naturaleza
acuática, los cambios suceden de forma constante, la realidad es mutante. Somos
más ola que montaña, nuestro entorno es mar y no meseta. Esto es así en
general, y más aún al evolucionar espiritualmente; eres permeable a las
mudanzas, a la fluidez y danza de la energía.
Observarnos por dentro, encontrar nuestra verdad e
intentar materializarla es un acto de honestidad con uno mismo y con la vida. Casi
siempre nos encontramos con que ese acto tiene sentido durante un lapso de
tiempo, a veces breve. Los procesos son rápidos en cuanto a formas de pensar,
emociones, ocupaciones, todo parece gastarse enseguida, las circunstancias
cambian rápidamente.
Puede ser frustrante tomar contacto con algo auténtico
que pierde el sentido al cabo de poco tiempo. La buena noticia es que dicha
verdad se reemplaza por otra si se continúa en la escucha interna. El ser
sugiere abordar esa verdad desde un punto de vista distinto, o acceder a una
nueva.
Considerar un fin en sí mismo el plasmar la verdad que
se revela en meditación nos lleva a la frustración. Esto es más evidente a
medida que nos transformamos y viramos acuáticos, una ola y la siguiente
prácticamente se encadenan. El sentido es el acto de escuchar la expresión del
amor en cada momento, y apostar por dicha expresión, desapegados de los
resultados. Amar en sí mismo da sentido a la meditación. Separémonos de la idea
de que sabemos algo. Nuestra verdad cambia y nuestras circunstancias también.
Gocemos escuchando la vida, desvelando verdades, energizándolas mientras sea un
acto amoroso, y, cuando deja de serlo, permitir que se desvele otra verdad;
escuchar, volver a energizarla y crecer en intensidad amorosa e inocencia:
cuando no esperas un resultado, tu motor de vida se intensifica con la práctica
amorosa. Llegar de este modo al final, más puro que al principio, esperando
menos que cuando naciste, sabiendo que sabes menos aún que cuando no sabías
nada, habiendo desaprendido lo suficiente para conseguir escuchar, regresando a
la fuente con una intensidad amorosa que renueva el sentido de la consciencia que
nos crea.
Comprender el sentido de la meditación es importante
para no convertir en dogmas nuestras verdades, han de ser estímulos para amar.
El objeto, la verdad, sea una persona, un proyecto, un viaje, sea lo que sea,
es la excusa. Necesitamos excusas para continuar, pero no las confundamos con
el sentido. El sentido de vivir no es ese proyecto que quieres materializar,
esa persona que deseas, ese viaje en que te embarcas. Espiritualmente el
sentido es que ese algo crea un espejo, una posibilidad de contemplación más
amplia, en la que tu amor se refleja y crece. Ese amor creciente, además de
proporcionarnos felicidad, se expande alrededor nutriendo a los seres que nos
rodean, al planeta, e incluso más allá por vías sutiles, a la propia existencia.
Este es el sentido.
Sean estas palabras una vacuna frente al dogmatismo,
al orgullo espiritual y la propia frustración que uno puede llegar a sufrir, y un
acicate para desvelar verdades y apostar por ellas, porque ese es el vehículo
que transporta el amar.
*Verso de la poetisa Hilda Hilst