Querido amigo, querida amiga, Yo Soy Kwan Yin y extiendo mi caricia de luz sobre tu pecho recordándote que ahí brilla una chispa del motor vital que hace la vida posible en este universo.
Al sentir mi contacto tu cuerpo vibra en otra intensidad. Se eleva. Se ensancha. Se expande. Al mismo tiempo es fiel a cada célula, a esta encarnación humana preciosa, absolutamente viva. Es tal el milagro, es tal el desafío de integrar una energía espiritual en el cuerpo físico, que otros seres en el universo te acompañan y felicitan arropando tu luz en la tierra. Es un gozo indescriptible para el cosmos que habites este cuerpo y planeta. ¡Ha habido tantos acuerdos antes de que esto suceda, tantas combinaciones probadas para llegar aquí… si supieras, hay tantos fotones, el sello de tantas estrellas en tu cuerpo y en este planeta! Desde fuera, se contempla como un festival lumínico complejo que únicamente es posible gracias a tu capacidad de aceptación. De otra manera, sin el músculo de tu voluntad por la vida, sería imposible combinar tal diversidad, tal reunión en la que los más variados colores se han unido alrededor de una luz común.Esta luz es un milagro tierno, naciente, brotando en lo más íntimo de una montaña imaginaria y fluyendo por el paisaje como un arroyo, llenándolo con su sonido, extrayendo del interior de la montaña la canción íntima de un mundo oculto. Lo invisible se expresa sonoramente como una fuente. Cada valle recorrido permanece consciente de la fuente, del manantial que brotó en la montaña. Y es la identidad de esa montaña la que resuena en la profundidad de los valles. En el río está presente el mundo intraterreno que cuidó del agua. No se olvida nunca de ese origen, murmura su memoria íntima.
Ese mismo milagro sucede en ti. Y sin embargo, hay etapas en las que puedes llegar a ignorar u olvidar lo invisible. Desconectar de esa plenitud, de la fuerza que impulsa el río hacia el mar, que lleva el humano a conocer lo cotidiano. Lo cotidiano es el mar. El origen, la montaña, es la creación. Y en el camino recreas el paisaje. En el transcurso de tus días se amasa y madura una energía que va tiñendo con todos los diferentes colores posibles el mundo y tu propia presencia.
Esa capacidad para colorear la realidad es lo que te ha traído hoy aquí, a esta consciencia de unión con el vacío, con el mundo intraterreno. Es el espejo para el alma de las cosas, para reflejar lo que en una densidad leve, en una dimensión superior, se diseñó, diseñaste tú mismo desde tu identidad montaña íntima, creativa. Lo más quieto es lo más creativo. Por eso la montaña es el origen del mundo. Porque es la aceptación de que lo invisible se muestre, de que el interior de la tierra se eleve y crezca hacia el cielo. Esto es una poesía del vacío. Obsérvala así.
Las montañas a tu alrededor son la expresión del vacío. Los ríos que descienden desde ellas son su danza. Poesía y danza dan forma al mundo. Tu capacidad para descifrar lo invisible y expresarlo modela tu vida. Siente estas palabras calar, introducirse en tus células, en el espacio de vacío dentro de tus células. Y cómo ese vacío se conecta al torrente sanguíneo y recorre el cuerpo. De este modo, también tu cuerpo físico es un reflejo del vacío. Y es el arte, la creación, lo que desvela y expresa tu naturaleza.
¡Hay tanto amor ahora en esta tu presencia, tanto, tanto! Te abrazo en el silencio y en la palabra. Todo en ti es amable.
Mírate como yo te veo. Como arte en reposo y en movimiento. Montaña y río. La vida radicalmente viva. ¡Acéptala, acéptate!