Aquí, ahora, todo es
amor.
Todo en el mundo es
amor.
Esta es la presencia
de dios en tu interior, en tu exterior.
Yo soy como una gota de rocío
que, de pétalo en pétalo, brilla con la madrugada; un brillo que acompaña ahora
el salto de cada uno de tus pensamientos, de cada sensación y emoción, yo soy
el brillo que acompaña todo eso.
Este brillo baña tanto el pétalo
lozano como el pétalo ajado. Baña por igual cada pensamiento, baña por igual
cada sentimiento, baña, en fin, cada célula del cuerpo.
Hace el color de la flor
vibrante como nunca, con el rocío todo se ve limpio, recién nacido.
Sé virgen ahora para ti mismo,
como si por vez primera te sentaras sobre una silla, escucharas una voz o te
emocionases. Se revela tu ser desde la inocencia. Cualquier pensamiento, sea
bonito o feo, está bañado en ese brillo. Eso es lo que importa ahora.
Es momento de ser el brillo. No
de ser flor, ni raíz, ni mañana; no de ser nube ni tiempo que se escapa.
Brillo. Brillo en tu cuerpo. Brillo en el cielo. Brillo en la sensación de
sentirte a ti mismo, de estar aquí y ahora sentado observándote.
Percíbelo también alrededor, más
allá de tu cuerpo, en el espacio que te rodea, por encima de tu cabeza,
acariciando tu espalda, en la calidez de tu vientre, bajo tus pies, bajo la
silla en que te sientas.
Al observar todo lo que existe,
lo que no existe se revela y una energía inmensa, un océano ilimitado, es tu
silla ahora, el lugar que te cobija, te apoya, te ama, te trae a la vida de
otra forma. Estás en el espacio que te rodea, en el magnetismo, la calidez y
presencia que te envuelven. Eso eres tú ahora. Esa gota de agua que brilla un
instante antes de caer al suelo, la fugacidad que no se atrapa, la sensación de
perder los límites del cuerpo y el miedo. Y ya, en esta tierra, en este cuerpo,
ya no estás sola. Ni una sola célula de tu cuerpo está sola. Has tendido un
nexo invisible entre tú y todo lo que existe, apoyándote en todo lo que no
existe, apoyándote en la pura consciencia, en la diosa que eres, en la diosa
niña, plena de inocencia.
Hay tanto amor ahora, ¡hay tanto
amor ahora! Las propias estrellas, a las que tu divinidad te conecta, dejan
caer una estela de rocío, de lágrimas que bendicen este encuentro de ti misma con
la diosa que te alberga. Y esas pequeñas gotas se convierten en lluvia, en
tormenta, en un caudal inmenso de luz que, aquí y ahora, te funde con la diosa.
Aquí y ahora, todo es
amor.
Todo es amor.