Aquí, ahora, tú eres amada, tú
eres profunda y absolutamente amado.
Siente lo divino en tu interior.
Siéntelo en tu exterior. Siente cómo aquí y ahora todo es uno. Todo es uno.
Todo es amor.
Desde cada rincón del universo
hasta cada célula en tu cuerpo, hay una corriente apasionada de amor que abraza
la existencia, la devuelve a sí misma. Te despierta. Te despierta a un abismo
vital, a la rotundidad de vivir, de estar aquí y ahora realmente despierta, sin
importar si estás físicamente despierta o dormida. Tu alma se despierta e
impulsa una vida que transciende lo conocido.
Te rodea lo desconocido cada día
y en este momento, estás conectada con cosas que no conoces. Como en una flor
de muchos pétalos, los de un extremo no conocen a los del extremo opuesto pero
están engarzados en una misma flor, son parte de una misma belleza. Y puede
ocurrir que algunos pétalos reciban sombra y otros pétalos sol. Puede ocurrir
que partes de ti se activen y otras se apaguen. Sin embargo, la flor entera
existe constantemente aunque unos pétalos estén al sol y otros a la sombra y
aunque haya momentos del día en que toda la flor se ilumina y otros en que se
oscurece o incluso se cierra. En la plenitud y en la escasez, la flor existe al
completo.
Las partes de ti en realidad no
están en conflicto, lo mismo que en realidad no hay conflicto entre unos
humanos y otros; tan sólo hay diferencias aparentes, superficiales. Cada parte
de ti es un pétalo de una flor completa, cada parte de la humanidad es igual de
importante para la flor. Cada lugar de tu ser, esté a la luz o a la sombra, es
igualmente sostenido por el tallo, por la raíz, por la tierra inmensa, se alimenta
por el sol masivo, inimaginable, que los pétalos intuyen. Cada pétalo, cada
emoción en ti, es en este momento abrazada por la flor, cobijada por el
universo entero.
Aquí y ahora, todo es amor. Todo
es amor.
Extraído de una meditación guiada por Alberto Saiz en el contexto de un
taller Amasfera en el espacio Kuraia Shing (Bilbo) en octubre de 2017.
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