Y ahora eres el todo en
reposo sobre la nada. La más pura luz sin el límite de un horizonte; brillo de
más brillo rodeado sin destino ni sentido.
Luz iluminándose a sí
misma.
Resplandor.
Una percepción ensimismada
se prolonga a sí misma y acaba por describir un círculo. Así nace el
sentimiento de unidad. Si actúas o piensas carente de objetivo o sentido descubres
un círculo en el que comienzo y final son uno y lo mismo, en el que eres
perfecta antes y después de pensar o actuar. Pensar o actuar es simplemente la
celebración de lo vivo. Simplemente la vida siendo vivida. No hay acierto o error
en esta mente que te rodea; precisamente te rodea por ser una esfera perfecta
en la que cabe lo bonito y lo feo. Siente ese universo circular, sin principio
ni final, sin horizonte alguno pero en constante movimiento y rotación incansable,
en necesidad de pensar, de actuar, de vibrar, de vivir, de ser vida viviéndose
a sí misma. Necesidad, pues, de iluminar, y no de eliminar la oscuridad.
Brillar más allá de la
voluntad. Sin una excusa. Sin un propósito. Simplemente porque eres vida siendo
vivida. No necesitas excusas para estar viva ahora, para brillar. Ahora,
eternamente, brillar. Tu vida es un cordón de plata viajando hacia el más allá,
para abarcar el todo y regresar al más acá. Tu vida no tiene sentido más allá o
acá de iluminar. Aquí y ahora todo es brillo, brillo, brillo.
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