Hoy, en tu vida, es de día.
Hoy ha amanecido.
Ha amanecido desde más allá del
cuerpo y de todos esos actos que te hacen pensar que estás viva.
Hoy es de día.
Hoy se ha encendido la pulsión
del alma.
Esto hace del día, día.
El sol encuentra su ángulo para
bañar el planeta. El alma encuentra su modo, tiene su estrategia para encarnar en
ti con toda su fuerza.
Ahora, siente que estoy en ti.
Con toda mi fuerza. La chispa de divinidad está aquí presente. Experiméntate en
esa faceta, y no te poseas. Simplemente ten la experiencia sin pretender
retenerla.
Hay tanto amor ahora… en tu
sagrado cuerpo… no poseas esto.
El sol sale cada día, y
encuentra el ángulo adecuado para iluminar la tierra. También que el alma toque
tu cuerpo es cuestión de ángulo.
Al amanecer, no es el sol quien alcanza
la tierra, sino sus emanaciones, sus rayos. Del mismo modo, cuando tú te
iluminas, no es lo divino lo que tocas, son sus emanaciones, son sus rayos. Esa
es tu alma, tu alma es el ángulo, el ángulo adecuado para recibir el influjo de
lo divino. No es lo divino en sí mismo. Ni el planeta atrapa al sol ni tú atrapas
al espíritu. Sois atravesadas por los rayos solares, traspasadas por el alma. El
alma es algo tuyo pero no te pertenece, es tu vínculo. Apropiarse del vínculo
es absurdo, quiebra la relación con la fuente. Si te apropias de los rayos
solares, ocultas el sol. Es la experiencia que no te pertenece y, sin embargo,
es la más íntima.
Recuerda, es cuestión de ángulo,
de orientación. No es cuestión de posesión, de ambición.
Quizás te preguntas cuál es el
ángulo, cómo encontrarlo… la respuesta es: deja nacer el instinto. Lo mismo que
el cuerpo biológico responde a los rayos solares, aprende a detectarlos y se
abre a ellos, así también tu corazón presiente esta luz más pura, sintiendo sus
efectos, acostumbrándose a ellos, encontrando el camino y la dosis adecuados.
El instinto aflora y el corazón
es un pálpito amoroso, el día amanece y tu piel es un lugar cálido.
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